Cuento 02: La Flor y el Barro

 Libro: CUENTOS ZEN PARA UN APRENDIZ: Un cuento, una reflexión y varias enseñanzas

Autor: Gabriel Falcón

Capítulo 1: En el frontis del Monasterio:

Cuento 02: La Flor y el Barro

El maestro Rohan paseaba por el jardín del monasterio con sus discípulos. El jardín era un reflejo de la vida: flores delicadas crecían junto a la tierra oscura y húmeda.

Un joven aprendiz, Taro, señaló una hermosa flor de loto que se alzaba inmaculada sobre un estanque turbio. "Maestro," preguntó, "¿cómo puede tanta belleza surgir de un lugar tan impuro?"

Rohan sonrió con calma. "Taro, mira más de cerca."

Taro observó el loto. Vio el tallo fuerte que se hundía en el barro, las raíces que se aferraban a la oscuridad.

"¿Ves?", continuó Rohan. "Esta flor, que ahora contemplas en su pureza, no podría existir sin el barro que la sostiene y la nutre. La divinidad, como esta flor, se manifiesta en la forma, pero su origen reside en la tierra que sustenta toda vida."

Más tarde, mientras los monjes trabajaban en silencio, Taro observó a un monje anciano con manos ásperas y rostro curtido, arando la tierra. Dudó en acercarse, recordando las enseñanzas sobre la pureza.

Sin embargo, recordó las palabras del maestro. Se acercó y ofreció su ayuda. El anciano lo miró con ojos bondadosos y aceptó su ofrecimiento. Mientras trabajaban juntos, Taro sintió una conexión inesperada, una quietud profunda que trascendía la diferencia de sus edades y tareas.

Al final del día, Taro regresó con el maestro. "Maestro," dijo, "hoy entendí algo. No solo la belleza pura como la del loto tiene una conexión con la tierra. También la labor humilde, las manos que trabajan, el rostro cansado... todo parece contener esa misma esencia."

Rohan asintió. "Cada ser, Taro, al igual que la flor y el barro, manifiesta la divinidad de una manera única. A veces es evidente como la belleza de un loto; otras veces está oculta bajo la apariencia de lo ordinario o incluso lo impuro. Pero la misma chispa reside en cada hermano, en cada criatura. Reconocerla es abrir el corazón a la totalidad de la existencia."

REFLEXIÓN 2:

  • Reconozco la divinidad presente en cada ser.

Enseñanza 05: Todo Está Conectado

La reflexión, "Reconozco la divinidad presente en cada ser.", nos ayuda a entender algo muy importante: que, en el fondo, todos y todo está unido. Somos como hilos en una gran red donde todo depende de todo lo demás. Esta forma de ver las cosas nos ayuda a darnos cuenta de que no estamos solos, sino que formamos parte de algo mucho más grande, como una gran danza cósmica que nos lleva a sentirnos unidos al universo.

Pensando en esto desde la filosofía, la idea de que todo está conectado existe desde hace mucho tiempo. Algunas filosofías, como el Monismo, dicen que todo lo que existe viene de una sola cosa o principio fundamental, lo que significa que, aunque veamos muchas cosas diferentes, en el fondo son una sola. El Holismo dice que un conjunto es más que solo la suma de sus partes, y destaca cómo se relacionan entre sí las partes dentro de un sistema. Filósofos como Baruch Spinoza pensaron en una única "Sustancia" (como Dios o la Naturaleza) donde todos los seres son solo maneras diferentes en que esta Sustancia se muestra, y todos dependen unos de otros.

La psicología también nos habla de nuestra conexión. La psicología transpersonal estudia experiencias donde las personas sienten que van más allá de su propio "yo" individual, a menudo sintiendo una gran unidad con otros y con el universo. La teoría de la mente extendida sugiere que nuestra capacidad de pensar no está solo dentro de nuestro cuerpo, sino que se conecta con el mundo exterior. La empatía, que es la capacidad de entender y sentir lo que otros sienten, es una prueba psicológica de que estamos conectados emocionalmente con los demás.

Desde el punto de vista de la sociología, la ecología humana nos muestra las relaciones entre las personas y el lugar donde viven. La globalización y la creciente preocupación por los problemas del planeta nos enseñan que lo que ocurre en un lugar del mundo puede afectar a sitios muy lejanos. Esto significa que el mundo ya no es un conjunto de lugares separados, sino que estamos todos muy conectados, y lo que pasa en una parte del planeta nos afecta a los demás, a veces de forma muy clara, aunque estemos muy lejos. Sabemos esto principalmente por la globalización; ahora viajamos más rápido, nos comunicamos al instante por internet y compramos cosas de otros países fácilmente, lo que nos ha unido mucho. Por ejemplo, una crisis económica en un país puede afectar la economía en muchos otros, o una enfermedad que empieza en una región puede extenderse por todo el mundo rápidamente por los viajes. También lo sabemos por los problemas del planeta, como el cambio climático o la contaminación, que no se quedan en un solo lugar. El aire y el agua circulan por todo el mundo; si hay mucha contaminación o se cortan muchos árboles en un país, eso puede cambiar el clima o afectar la naturaleza en sitios muy lejanos. Todos estos ejemplos nos muestran que nuestras acciones, aunque ocurran solo en un lugar, tienen un impacto que viaja y afecta a otras partes del mundo, porque el mundo es como una gran red donde todo está interconectado.

 

Esto demuestra que todos dependemos unos de otros a nivel social y ecológico en todo el planeta. La teoría de sistemas sociales también subraya cómo las personas y los grupos están unidos dentro de sistemas más grandes, donde lo que hace uno afecta a los demás.

En la tradición cristiana, la idea del Cuerpo de Cristo (Romanos 12:4-5, 1 Corintios 12:12-27) es un ejemplo de cómo los creyentes dependen unos de otros. Cada miembro, con sus talentos y trabajos especiales, es necesario para que todo funcione bien. La enseñanza de amar a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22:39) va más allá de quiénes somos individualmente, invitándonos a valorar y respetar la dignidad de cada ser humano como parte de la creación de Dios. La idea de que la creación está conectada y nosotros debemos cuidarla (Génesis 1:28, 2:15) nos dice que tenemos una responsabilidad ética con la naturaleza y todos los seres vivos.

La tradición budista tiene enseñanzas profundas sobre cómo todo en la existencia está fundamentalmente conectado. En el budismo, el Pratītyasamutrapāda (Origen Dependiente) enseña que todo lo que existe aparece porque depende de otras cosas; nada existe por sí solo, mostrando una unidad básica. Sunyata (Vacuidad) resalta que nada tiene una existencia propia e independiente, lo que subraya la profunda conexión de la realidad. Karuna (Compasión), un principio clave, nace de entender que estamos conectados, haciendo que sentir empatía y querer ayudar a aliviar el sufrimiento sea muy importante.

Las enseñanzas del Gnosticismo Contemporáneo también hablan de esta conexión. La Gnosis enseña que toda la creación viene de una única fuente divina, el Absoluto. Las "chispas divinas" que tenemos dentro de nosotros son parte de esa fuente, creando una conexión interna. El objetivo del gnosticismo, la Unidad del Ser, es que nuestra esencia individual se una de nuevo con el Ser universal. A medida que despertamos nuestra conciencia, entendemos mejor la unidad fundamental que está detrás de todo lo diferente que vemos, y reconocer lo divino en cada persona es un paso hacia esa comprensión.

En nuestra vida diaria, vemos la conexión de muchísimas formas. El aire que respiramos muestra cómo dependemos de las plantas y la atmósfera. La cadena alimentaria es una red complicada que mantiene la vida. Las redes sociales y la comunicación mundial nos muestran cómo las acciones e ideas pueden tener un efecto al instante. El impacto de lo que hacemos individualmente en el medio ambiente nos recuerda nuestra responsabilidad con el planeta. Sentir empatía por el sufrimiento de otros y ayudarnos mutuamente son maneras directas de mostrar nuestra conexión humana fundamental. Los ecosistemas naturales nos enseñan con su ejemplo sobre las complejas redes de dependencia mutua. La Ley del Karma destaca cómo nuestras acciones están unidas a lo que nos pasa después, reforzando la idea de que la realidad está conectada.

En resumen, la enseñanza de que todo está conectado nos invita a dejar de ver el mundo como algo roto y separado. Al ver lo bueno (o lo divino) en cada persona, estamos reconociendo que estamos unidos de forma inseparable a la gran red de la vida. Esta forma de ver las cosas, apoyada por ideas de la filosofía sobre la unidad, la psicología sobre la empatía, la sociología sobre cómo nos relacionamos con el entorno y la sociedad, el cristianismo sobre la unidad y el amor universal, y tradiciones espirituales como el budismo y el gnosticismo sobre el origen común y la unidad, nos ayuda a ser más compasivos, a actuar de forma responsable con los demás y con el planeta, y a tener una visión más completa y profunda de la existencia. Pensar conscientemente en lo que hacemos, practicar la empatía y estar abiertos a sentir la unidad puede ayudarnos a ver esta conexión en nuestro día a día, cambiando nuestra relación con nosotros mismos, con los demás y con la compleja red del universo.

Bibliografía:

Bateson, G. (1972). Steps to an ecology of mind. Ballantine Books.

Capra, F. (1975). The tao of physics: An exploration of the parallels between modern physics and eastern mysticism. Shambhala Publications.

Fromm, E. (1947). Man for himself: An inquiry into the psychology of ethics. Rinehart & Company.

Jonas, H. (1984). The imperative of responsibility: In search of an ethics for the technological age. University of Chicago Press.

Maturana, H. R., & Varela, F. J. (1987). The tree of knowledge: The biological roots of human understanding. Shambhala Publications.

Singer, P. (1979). Practical ethics. Cambridge University Press.

Spinoza, B. (1677). Ethica ordine geometrico demonstrata.

Teilhard de Chardin, P. (1955). Le phénomène humain. Éditions du Seuil.

La Santa Biblia, Nuevo Testamento.

 

Enseñanza 06: Lo Sagrado está en todo

La reflexión, "Reconozco la divinidad presente en cada ser.", nos anima a pensar en lo que es sagrado de una forma más amplia, sin separarlo en "santo" (lo sagrado) y "normal" (lo profano). Nos invita a descubrir que hay algo especial y profundo dentro de todo, incluso en cosas que, a primera vista, parecen comunes o incluso "malas" o "impuras". Muchas formas de pensar están de acuerdo en que esta cualidad especial está presente en el centro mismo de la realidad.

Desde el punto de vista de la filosofía, el panteísmo y el panenteísmo se parecen a esta idea. El panteísmo dice que Dios es lo mismo que el universo completo. El panenteísmo dice que Dios está en todo y todo está en Dios, pero que Dios es más grande que solo la suma de todas las cosas. Estas filosofías desafían la idea de un Dios lejano, sugiriendo que hay una presencia divina dentro del mundo en el que vivimos. La filosofía perenne, que busca las verdades espirituales comunes en todas las religiones, también señala la idea recurrente de una unidad o divinidad básica que se muestra en todo.

La psicología, al estudiar lo que experimentan las personas, ha encontrado momentos en los que la gente siente que va más allá de sí misma y se conecta profundamente con algo más grande. Abraham Maslow llamó a estos "experiencias cumbre"; son momentos de gran alegría y plenitud en los que la persona siente una unidad con el universo. La psicología transpersonal estudia estos estados de conciencia y cómo pueden ayudarnos a crecer y a entender una realidad más amplia.

Dentro de la tradición cristiana, se diferencia claramente a Dios de la creación, la idea de la Encarnación (donde lo divino se hizo humano en Jesús) crea un ejemplo de que lo sagrado esta presente en lo terrenal. La creencia en el Espíritu Santo como la presencia activa de Dios en el mundo y en las personas también sugiere que lo divino está aquí. Además, la idea de que Dios creó y mantiene todo implica una presencia divina continua en el universo, incluso en las cosas más sencillas.

El budismo, enseña que la naturaleza de Buda (un estado despierto y sagrado) está en todos los seres y fenómenos; lo sagrado es la esencia misma de la realidad, y ver lo divino en cada persona es reconocer esta budeidad que también se manifiesta en lo cotidiano. En el budismo tántrico, incluso lo que se considera impuro puede ser transformado y usado como un camino hacia la comprensión; lo sagrado puede surgir de entender profundamente lo que parece impuro.

Las enseñanzas del Gnosticismo Contemporáneo también apoyan esta visión. Se afirma que la Chispa Divina, la esencia divina está en todo lo creado, dando vida incluso a la materia inerte; lo sagrado impregna todo el universo. La Transmutación de las Energías enseña que las energías densas pueden ser transmutadas en energías superiores; lo sagrado no está ausente de lo que parece impuro, sino que está esperando ser liberado y transformado. La Búsqueda de la Luz en la Oscuridad implica ir a explorar nuestras partes oscuras o negativas para encontrar la luz (lo divino) atrapada en ellas; lo sagrado no está solo en lo "elevado", sino también escondido en lo que consideramos negativo o impuro, esperando ser "salvado".

En la vida diaria, ser capaces de ver lo sagrado en lo común puede enriquecer mucho nuestra experiencia. Poner atención plena a las tareas de cada día puede convertirlas en actos calmados y especiales que revelan su belleza interna. Ayudar a otros sin esperar nada a cambio puede ser una forma de expresar compasión y amor, mostrando una dimensión especial. Observar la maravilla de la naturaleza, desde una flor que crece en un lugar difícil hasta el vuelo de un insecto, puede despertar un sentimiento de asombro ante la inteligencia de la vida. Ser creativos, ya sea pintando, escribiendo o cocinando, puede ser una forma de expresar esa "chispa divina". Enfrentar las dificultades con calma, decidiendo responder con paciencia y comprensión, muestra la fuerza de nuestro espíritu interior incluso en momentos difíciles. Compartir una comida con agradecimiento, reconociendo de dónde viene y quién está con nosotros, transforma un acto normal en una celebración de la conexión y la abundancia. Prestar atención plena a las actividades diarias nos anima a estar presentes en cada momento, y así trascender la idea de que son solo cosas normales y descubrir la profundidad que tienen; lo sagrado se muestra en la intensidad del momento presente.

En conclusión, la presencia de lo sagrado no está limitada a ciertos lugares o momentos, sino que está en la esencia misma de la realidad, mostrándose incluso en lo que superficialmente parece común u ordinario. Cultivar una forma de ver que va más allá de las apariencias y buscar la esencia divina que hay en cada ser, cada objeto y cada experiencia es una invitación a cambiar cómo vemos el mundo y cómo nos relacionamos con él. Las ideas de la filosofía sobre la presencia divina en todo, de la psicología sobre los momentos de conexión profunda, cristianismo sobre la encarnación y la presencia de Dios, del budismo sobre la naturaleza divina universal y la atención plena, y del gnosticismo sobre la chispa divina y la transformación, todas coinciden en esta verdad profunda. Practicar la atención plena, la transformación de energías y buscar la luz son caminos para descubrir lo sagrado en lo cotidiano, llenando nuestras vidas de asombro y una conexión especial.

Bibliografía:

Armstrong, K. (1993). A history of God: The 4,000-year quest of Judaism, Christianity and Islam. Ballantine Books.

Eliade, M. (1957). The sacred and the profane: The nature of religion. Harcourt Brace Jovanovich.

James, W. (1902). The varieties of religious experience: A study in human nature. Longmans, Green, and Co.

Jung, C. G. (1958). Psychology and religion: West and East (Vol. 11). Princeton University Press.

Maslow, A. H. (1964). Religions, values, and peak-experiences. Viking Press.

Otto, R. (1923). The idea of the holy. Oxford University Press.

Panikkar, R. (1978). The intrareligious dialogue. Paulist Press.

Tillich, P. (1951). Systematic theology, Volume 1: Reason and revelation, being and God. University of Chicago Press.

La Santa Biblia, Nuevo Testamento.

 

Enseñanza 07: La Esencia esta Más Allá de la Apariencia

La reflexión, "Reconozco la divinidad presente en cada ser.", nos convoca a una tarea esencial en el camino del autoconocimiento y la conexión humana: la superación de la superficialidad de las apariencias para discernir la esencia profunda que reside en cada ser. Este reconocimiento implica una mirada que penetra más allá de las máscaras externas, los roles sociales y las características superficiales, para alcanzar la naturaleza fundamental y, podríamos decir, trascendente, que anima a cada individuo. Diversas corrientes de pensamiento convergen en la importancia de esta trascendencia perceptiva como un camino hacia la comprensión y la unidad.

Desde una perspectiva filosófica, la distinción entre apariencia y realidad ha sido un tema central. Platón, en su alegoría de la caverna, ilustra cómo los seres humanos podemos estar atrapados en la percepción de sombras, confundiendo las apariencias con la verdadera realidad. La filosofía fenomenológica, con su énfasis en la experiencia directa y la "puesta entre paréntesis" de los prejuicios, busca alcanzar la esencia de los fenómenos más allá de las interpretaciones subjetivas. Estas tradiciones filosóficas nos invitan a cuestionar nuestras percepciones iniciales y a buscar una comprensión más profunda de la naturaleza de la realidad y de los seres que la habitan.

La psicología también nos ofrece herramientas para comprender cómo las apariencias influyen en nuestras percepciones y juicios. Los sesgos cognitivos, como el sesgo de confirmación y el efecto halo, nos predisponen a formar impresiones basadas en información limitada y a mantenerlas incluso ante evidencia contradictoria. La teoría de la atribución examina cómo inferimos las causas del comportamiento de los demás, a menudo cometiendo errores fundamentales de atribución al sobreestimar los factores disposicionales (la "esencia" percibida) y subestimar los factores situacionales (las "apariencias" contextuales). La conciencia de estos procesos psicológicos nos ayuda a ser más críticos con nuestras primeras impresiones y a esforzarnos por una comprensión más matizada de los demás.

Desde una perspectiva sociológica, la teoría del interaccionismo simbólico subraya cómo nuestras interacciones sociales están mediadas por los significados que atribuimos a los símbolos, incluyendo las apariencias. Nuestras interpretaciones de la vestimenta, el lenguaje corporal y otros signos externos influyen en cómo percibimos y tratamos a los demás, y estas percepciones pueden perpetuar estereotipos y prejuicios. La sociología también analiza cómo los roles sociales y las expectativas moldean la presentación de uno mismo, creando "máscaras" que pueden ocultar la individualidad y la esencia. La conciencia de estas dinámicas sociales nos invita a ir más allá de las etiquetas y los roles para reconocer la humanidad compartida.

Dentro de la tradición cristiana, la enseñanza de no juzgar por las apariencias sino con juicio justo (Juan 7:24) es un llamado a discernir la verdad y la bondad más allá de las impresiones superficiales. La parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18:9-14) ilustra el peligro de la justicia propia basada en las apariencias externas de piedad, en contraste con la humildad sincera del corazón. La insistencia en el amor al prójimo, incluso al enemigo (Mateo 5:44), implica una visión que trasciende las diferencias superficiales y reconoce la dignidad inherente de cada persona como creación divina.

Necesitamos ir más allá de las características superficiales para percibir la naturaleza fundamental y divina que reside en cada ser. Desde el budismo, la ilusión de la identidad fija se enseña como una construcción mental basada en etiquetas y roles fluidos que no definen nuestra esencia última; aferrarse a estas apariencias genera juicios y divisiones, y la práctica budista busca desmantelar estas ilusiones para revelar la vacuidad de una existencia inherente y separada, permitiendo reconocer la interconexión y la naturaleza de Buda subyacente. Se analizan los Skandhas (Agregados de la Existencia) para mostrar que lo que experimentamos como el "yo" es impermanente y cambiante; identificarnos con ellos como nuestra esencia nos impide ver la naturaleza transitoria de las apariencias y la unidad fundamental más allá. La compasión surge de la comprensión de que todos desean la felicidad y sufren, y la sabiduría nos permite ver a través de las apariencias para reconocer esta naturaleza compartida, ayudándonos a conectar con la esencia de humanidad.

El gnosticismo contemporáneo argumenta que la esencia divina está aprisionada dentro de los agregados psíquicos (orgullo, envidia, etc.), que crean una falsa personalidad y una máscara de apariencias que oculta nuestra verdadera naturaleza; el trabajo gnóstico implica la disolución de estos agregados psíquicos (egos) para liberar la esencia. La necesidad de la auto observación psicológica momento a momento es crucial para desenmascarar las apariencias creadas por el ego; al observar sin juzgar, tomamos conciencia de las motivaciones ocultas que nos impiden ver la esencia en nosotros mismos y en los demás. El despertar de la conciencia es el objetivo gnóstico, trascendiendo el estado de sueño identificado con las apariencias externas e internas; un despertar permite una percepción más directa de la realidad y de la divinidad inherente, más allá de las manifestaciones superficiales.

En la vida cotidiana, la práctica de superar las apariencias se manifiesta en nuestra capacidad de escuchar activamente a alguien sin prejuicios iniciales. Requiere la voluntad de comprender las motivaciones detrás de las acciones de los demás, incluso difíciles. Implica observar la naturaleza apreciando la belleza y la tenacidad más allá de las formas convencionales. Nos desafía a reflexionar sobre nuestros juicios rápidos y cuestionar las etiquetas impuestas. La práctica de la empatía es una herramienta poderosa para trascender diferencias superficiales y conectar con la experiencia humana compartida. Al conocer a alguien nuevo, esforzarnos por escuchar y buscar valores humanos compartidos nos permite conectar con su esencia. Al interactuar con personas "difíciles", intentar ver más allá de la fachada para reconocer la chispa divina en su interior fomenta la compasión. Observar la naturaleza nos permite reconocer la fuerza vital más allá de las formas. Reflexionar sobre nuestros juicios nos ayuda a cuestionar si vemos la esencia o solo apariencias. Practicar la empatía ayuda a trascender diferencias y conectar con la esencia común. Meditar en la unidad ayuda a cultivar una percepción más allá de las apariencias de separación.

En conclusión, superar las apariencias para reconocer la esencia es un camino fundamental. Requiere cultivar una atención consciente, reflexión crítica sobre nuestros juicios, práctica de la empatía y voluntad de mirar más allá de las máscaras externas. Las perspectivas filosóficas sobre apariencia vs. realidad, psicológicas sobre sesgos, sociológicas sobre roles, cristianas sobre juicio justo, budistas sobre la ilusión del yo y la vacuidad, y gnósticas sobre la esencia atrapada y la auto-observación, convergen en esta necesidad. Al esforzarnos por percibir la naturaleza fundamental que reside en cada ser, podemos construir puentes de comprensión y conexión, reconociendo la dignidad y el potencial inherente en cada persona y en nosotros mismos. Este camino de percepción profunda enriquece nuestras relaciones, amplía nuestra comprensión del mundo y nos acerca a una experiencia más auténtica de la unidad humana, reconociendo la divinidad presente en cada uno y en toda la creación.

Bibliografía:

  • Allport, G. W. (1954). The nature of prejudice. Addison-Wesley Publishing Company.
  • Goffman, E. (1959). The presentation of self in everyday life. Anchor Books.
  • Kahneman, D. (2011). Thinking, fast and slow. Farrar, Straus and Giroux.
  • Kelly, G. A. (1955). The psychology of personal constructs. W. W. Norton & Company.
  • Mead, G. H. (1934). Mind, self, and society. University of Chicago Press.
  • Rogers, C. R. (1961). On becoming a person: A therapist's view of psychotherapy. Houghton Mifflin Company.
  • Schopenhauer, A. (1819). Die Welt als Wille und Vorstellung.
  • Tajfel, H., & Turner, J. C. (1979). An integrative theory of intergroup conflict. En W. G. Austin & S. Worchel (Eds.), The social psychology of intergroup relations (pp. 33-47). Brooks/Cole.
  • La Santa Biblia, Nuevo Testamento.

 

Enseñanza 08: Todos podemos llegar a la divinidad.

La reflexión, "Reconozco la divinidad presente en cada ser", nos muestra una verdad fundamental: que en el centro de todos los seres hay un potencial o una capacidad especial para crecer, para alcanzar un estado pleno, de ir más allá de lo normal, o, en general, para desarrollar una conexión con algo que va más allá de lo material. Muchas formas de pensar coinciden en que esta capacidad especial está disponible para todos, indicando que todos tenemos el poder de emprender este camino hacia la divinidad.

Desde el punto de vista de la filosofía, la idea de que los seres humanos tenemos un potencial natural ha sido muy explorada. El humanismo, en sus distintas formas, destaca la dignidad y la capacidad de desarrollo que tiene cada persona. La filosofía existencialista reconoce que todos tenemos el poder de ir más allá de nosotros mismos y buscarle un sentido a la vida. Incluso las ideas sobre los derechos humanos se basan en la capacidad que todos tenemos de razonar y saber qué está bien y qué está mal, una capacidad que podemos desarrollar. Estas visiones filosóficas señalan que un potencial natural que reside en cada uno nos impulsa hacia el crecimiento y la trascendencia.

La psicología, al estudiar cómo crecemos y nos desarrollamos, también destaca el potencial natural que hay en cada persona. La psicología humanista, con su enfoque en la autorrealización, dice que cada uno tiene una tendencia innata a desarrollar sus habilidades y alcanzar su máximo potencial. La teoría del crecimiento postraumático sugiere que incluso las experiencias muy difíciles pueden activar un crecimiento profundo y un potencial que no sabíamos que teníamos. La resiliencia, esa capacidad de recuperarse de los problemas, es otra muestra de este potencial que todos podemos desarrollar. Estas perspectivas psicológicas subrayan la capacidad universal para crecer, adaptarnos e ir más allá de nuestras limitaciones.

Desde el punto de vista de la sociedad, la idea de dar oportunidades a todos se basa en reconocer el potencial natural que tiene cada persona, sin importar su origen. Los movimientos por la justicia social han luchado para que no haya barreras que impidan a ciertos grupos desarrollar su potencial plenamente. La educación para todos se basa en la creencia de que todas las personas tienen la capacidad de aprender y crecer. Estas ideas sociológicas resaltan lo importante que es crear las condiciones para que el potencial inherente de cada ser humano, un potencial que todos poseemos, pueda florecer y manifestarse.

Dentro de la tradición cristiana, la idea de que cada ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27) implica que tenemos un potencial para reflejar cualidades divinas. La historia de los talentos (Mateo 25:14-30) destaca que cada persona tiene la responsabilidad de desarrollar los dones y potenciales que se le han dado, mostrando que tenemos la capacidad para hacerlo. La promesa de ser salvados y transformados para ser más como Cristo (Romanos 8:29) ofrece una visión de un potencial de crecimiento y trascendencia que está disponible para quienes sigan ese camino.

Desde el budismo, la enseñanza de la Naturaleza de Buda Universal dice que todos los seres sintientes poseen la naturaleza de Buda, que es como la semilla de la iluminación (el despertar espiritual). Esta naturaleza no depende de nada externo, es un potencial natural que todos tenemos para despertar. El budismo ve que todos experimentamos el sufrimiento y deseamos ser felices, lo que señala nuestra condición común y la necesidad de buscar la liberación. El potencial para la Liberación (liberarse del sufrimiento) está abierto a todos los seres que practiquen con esfuerzo; la capacidad de alcanzarla no está limitada, sino que es un potencial que reside en cada uno y todos podemos desarrollarlo.

Las ideas del gnosticismo contemporáneo se centran mucho en este potencial y en la posibilidad de alcanzar la divinidad. Una parte del Ser, la Chispa Divina, vive dentro de cada ser humano como una semilla o un potencial. Esta semilla es nuestra conexión con nuestro Majestuoso Real Ser, nuestra verdadera esencia divina. Reconocer la divinidad presente en cada ser humano significa ver esta semilla de lo divino y este potencial hacia el Real Ser en todos los demás. Es una verdad que está ahí. Aunque tal como estamos ahora, quizás haya muy poca luz o divinidad visible en nosotros, todos tenemos el poder y la capacidad de crecer desde donde estamos para desarrollar esta semilla, despertar nuestra conciencia y alcanzar nuestra divinidad, manifestando ese Real Ser que reside en nuestro interior. No es una contradicción reconocer la semilla ahora y afirmar que podemos llegar a ser esa divinidad plena.

En la vida cotidiana, vemos este potencial en acción. Observar a un niño pequeño explorando nos muestra el potencial natural de aprender y crecer que todos tenemos. Ver a personas superar grandes desafíos y lograr metas demuestra la capacidad de resiliencia y determinación que todos podemos desarrollar. La creatividad, la capacidad de conectar con otros a través de la empatía o la búsqueda de sentido en la vida son manifestaciones de nuestro potencial inherente, un potencial que todos compartimos. Observar a un bebé nos permite reconocer la chispa de potencialidad divina en cada nuevo ser. Interactuar con otros nos invita a ver el potencial de crecimiento y despertar más allá de las diferencias. Reflexionar sobre nosotros mismos revela la fuerza interior, esa chispa de conciencia que anhela la trascendencia, un anhelo compartido por todos. Los actos de compasión y empatía muestran nuestra capacidad de sentir y desear el bienestar de otros. La búsqueda universal de sentido demuestra nuestro potencial para buscar algo más allá de lo material. Respetar la vida se basa en la comprensión de que todos comparten esa misma chispa de vida y el potencial para experimentar la conciencia.

En resumen, la capacidad de todos los seres para llegar a la divinidad reside en nuestro potencial inherente para crecer, ir más allá y conectar con una dimensión más profunda de la existencia. Ya sea a través de la filosofía que habla del potencial humano, la psicología que entiende la autorrealización, la sociología que busca que todos tengan la oportunidad de florecer, la visión cristiana de la imagen divina y el desarrollo de dones, o las enseñanzas espirituales del budismo sobre la naturaleza de Buda y del gnosticismo sobre la chispa divina y el Real Ser; todas señalan este potencial universal y la capacidad que todos tenemos de desarrollarlo. Al enfocarnos en este potencial que reside en cada ser, y entender que todos tenemos el poder de cultivarlo desde donde estamos, podemos construir un camino de convivencia basado en un profundo respeto por el camino de cada uno hacia su divinidad, reconociendo esa semilla divina presente en cada ser humano como el punto de partida hacia su Real Ser.


Bibliografía:

Buhler, C. (1959). Theoretical outlines of humanistic psychology. American Psychologist, 14(7), 397–398.

Frankl, V. E. (1946). The doctor and the soul: From psychotherapy to logotherapy. Alfred A. Knopf.

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Nussbaum, M. C. (2000). Women and human development: The capabilities approach. Cambridge University Press.

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Teilhard de Chardin, P. (1959). The future of man. Harper & Brothers.

La Santa Biblia, Nuevo Testamento.


Enseñanza 09: La Importancia de la Humildad y el Servicio para Percibir la Divinidad

La reflexión, "Reconozco la divinidad presente en cada ser", nos muestra un camino esencial para sentir profundamente que, a pesar de nuestras diferencias, todos somos uno en el fondo. Este camino es adoptar una actitud de verdadera humildad y tener ganas de ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Estas cualidades no son solo cosas "buenas" que debemos tener, sino herramientas poderosas que abren nuestro corazón y nuestra mente para ver la realidad especial que late en cada ser, algo que a menudo está escondido por nuestro orgullo y por quedarnos solo en lo superficial. Varias formas de pensar coinciden en que ser humilde y servir son maneras de entender mejor la vida y nuestra conexión con ella.

Desde el punto de vista de la filosofía, la humildad se ha valorado mucho como una cualidad esencial para aprender y ser sabio. Sócrates, con su famosa frase "Solo sé que no sé nada", mostró una humildad intelectual que lo llevó a buscar siempre la verdad. Los estoicos también destacaron lo importante que es reconocer nuestras limitaciones y aceptar las cosas que no podemos controlar. Estas ideas filosóficas sugieren que la humildad nos libera de la ilusión de creer que lo sabemos todo y nos abre a la posibilidad de aprender y ver una realidad más amplia. Ayudar a otros (el servicio), desde un punto de vista ético, se ha considerado una obligación moral en varias filosofías, resaltando que tenemos una responsabilidad hacia nuestra comunidad y el bienestar de los demás.

La psicología también muestra los beneficios de ser humilde y ayudar. La humildad se relaciona con conocerse mejor a uno mismo, necesitar menos la aprobación de otros y estar más abierto a escuchar comentarios. Las personas humildes suelen ser más empáticas y compasivas, lo que facilita conectar de forma sincera con los demás. Ayudar sin esperar nada a cambio se ha relacionado con sentir un mayor propósito y significado en la vida, además de reducir el estrés y mejorar el bienestar emocional. La psicología positiva destaca cómo la generosidad y ayudar a otros contribuyen a la felicidad y a que las personas se desarrollen plenamente.

Desde el punto de vista de la sociología, la humildad y el servicio son clave para construir comunidades unidas y justas. Los líderes humildes tienden a fomentar la colaboración y el respeto mutuo. Ayudar a la comunidad fortalece los lazos sociales y mejora el bienestar de todos. Las sociedades que valoran la humildad y el servicio suelen ser más justas y compasivas. La sociología de la religión también ha estudiado cómo las prácticas de humildad y servicio son muy importantes en muchas religiones, sirviendo como maneras de construir comunidad y experimentar lo espiritual.

Dentro de la tradición cristiana, la humildad es una cualidad fundamental, que se ve claramente en la vida de Jesús. El llamado a "aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mateo 11:29) subraya su importancia como camino hacia la paz interior y la conexión con Dios. Ayudar a los demás sin esperar nada a cambio también es un mandato central, como se muestra en las palabras de Jesús: "el que quiera ser importante entre ustedes, que sirva a los demás" (Mateo 20:26). Estas enseñanzas resaltan cómo la humildad nos libera del egoísmo y el servicio nos conecta con el amor divino y la dignidad natural que tiene cada persona.

Desde el budismo, superar el orgullo (el ego) se considera un obstáculo grande para entender y conectar; la humildad, al reconocer que todo depende de todo lo demás y que no hay un "yo" fijo, abre el camino a la empatía y a reconocer la naturaleza de Buda (el potencial de despertar) en todos. El camino del Bodhisattva, que pospone su propia iluminación para servir a todos los seres, es un ejemplo de la conexión entre ayudar sin esperar nada a cambio y el despertar espiritual. Al dedicarnos humildemente al bienestar de los demás, superamos el egocentrismo (centrarnos solo en nosotros) y nos acercamos a la unidad que está en el fondo de todo. Practicar la reverencia (un profundo respeto) reconoce el potencial de sabiduría y despertar que hay en cada ser, facilitando ver la divinidad natural.

Las ideas del gnosticismo contemporáneo también resaltan estas cualidades. La "muerte del orgullo" (el ego) señala al orgullo como uno de los egos que nos impiden ver nuestra propia divinidad y la de los demás; la humildad surge cuando se ha disuelto el orgullo y abre la percepción a la esencia divina. El servicio desinteresado (sacrificio por la humanidad), el tercer factor clave para despertar la conciencia, implica compartir las enseñanzas y ayudar a otros sin buscar recompensa. Este servicio nos conecta con la unidad del Ser y nos permite reconocer la chispa divina en nuestros semejantes. La humildad como puerta a la sabiduría enseña que la verdadera sabiduría solo se logra siendo humilde; reconocer que no lo sabemos todo y estar abiertos a aprender de todos es fundamental para descubrir verdades espirituales y ver lo divino en todas sus formas.

En la vida cotidiana, ofrecer ayuda sin esperar nada a cambio cultiva la empatía. Reconocer nuestros errores con humildad nos abre al crecimiento personal y a entender las cosas más profundamente. Expresar gratitud fomenta una actitud humilde. Practicar la empatía requiere dejar de lado nuestra propia forma de ver las cosas. Hacer tareas sencillas con atención plena puede mostrar la dignidad que tienen en sí mismas. Escuchar con humildad es un acto que permite conectar con la esencia de la otra persona. Ofrecer ayuda desinteresada cultiva la humildad y ayuda a reconocer la dignidad natural. Aprender de los errores es una muestra de humildad que permite crecer.

En resumen, ser humilde y ayudar sin esperar nada no son solo cualidades pasivas, sino llaves activas que abren la puerta a ver la realidad de forma más profunda y a reconocer la unidad esencial que compartimos. Al quitarnos la arrogancia del ego y dirigir lo que hacemos hacia el bienestar de los demás, creamos un espacio dentro de nosotros donde esa presencia especial (trascendente) puede manifestarse. Cultivar estas cualidades en nuestra vida diaria es un camino fundamental para ver la "divinidad presente en cada persona" y para sentir una conexión más profunda con nosotros mismos, con los demás y con todo lo que existe. Las ideas de la filosofía, la psicología, la sociología, el cristianismo, el budismo y el gnosticismo coinciden en señalar lo importante que es ser humilde y servir para alcanzar sabiduría, conexión y reconocer la esencia divina.

Bibliografía:

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Staub, E. (1989). The roots of evil: The origins of genocide and other group violence. Cambridge University Press.

Underwood, L. G. (2002). The human experience of interconnectedness: Implications for personal and global well-being. Explore: The Journal of Science and Healing, 8(1), 5-15.

Wright, N. T. (2006). Simply Christian: Why Christianity makes sense. HarperOne.

La Santa Biblia, Nuevo Testamento.





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Gabriel Falcón, Doctor en Psicología Educativa y Maestro de Filosofía, publica bajo seudónimo por razones de privacidad, buscando centrar la atención en las ideas y el conocimiento compartido. Desde 1980, ha estudiado diversas corrientes religiosas y esotéricas, reconociendo el aporte del Gnosticismo Contemporaneo. Entiende la Gnosis como la sabiduría del Cristo, una sabiduría atemporal, revelada y enriquecida por múltiples seres iluminados.

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