Cuento 02: La Flor y el Barro
Libro: CUENTOS ZEN PARA UN APRENDIZ: Un cuento, una reflexión y varias enseñanzas
Autor: Gabriel Falcón
Capítulo 1: En el frontis del Monasterio:
Cuento 02: La Flor y el Barro
El maestro Rohan paseaba por el jardín del monasterio con
sus discípulos. El jardín era un reflejo de la vida: flores delicadas crecían
junto a la tierra oscura y húmeda.
Un joven aprendiz, Taro, señaló una hermosa flor de loto
que se alzaba inmaculada sobre un estanque turbio. "Maestro,"
preguntó, "¿cómo puede tanta belleza surgir de un lugar tan impuro?"
Rohan sonrió con calma. "Taro, mira más de
cerca."
Taro observó el loto. Vio el tallo fuerte que se hundía
en el barro, las raíces que se aferraban a la oscuridad.
"¿Ves?", continuó Rohan. "Esta flor, que
ahora contemplas en su pureza, no podría existir sin el barro que la sostiene y
la nutre. La divinidad, como esta flor, se manifiesta en la forma, pero su
origen reside en la tierra que sustenta toda vida."
Más tarde, mientras los monjes trabajaban en silencio,
Taro observó a un monje anciano con manos ásperas y rostro curtido, arando la
tierra. Dudó en acercarse, recordando las enseñanzas sobre la pureza.
Sin embargo, recordó las palabras del maestro. Se acercó
y ofreció su ayuda. El anciano lo miró con ojos bondadosos y aceptó su
ofrecimiento. Mientras trabajaban juntos, Taro sintió una conexión inesperada,
una quietud profunda que trascendía la diferencia de sus edades y tareas.
Al final del día, Taro regresó con el maestro.
"Maestro," dijo, "hoy entendí algo. No solo la belleza pura como
la del loto tiene una conexión con la tierra. También la labor humilde, las
manos que trabajan, el rostro cansado... todo parece contener esa misma
esencia."
Rohan asintió. "Cada ser, Taro, al igual que la flor
y el barro, manifiesta la divinidad de una manera única. A veces es evidente
como la belleza de un loto; otras veces está oculta bajo la apariencia de lo
ordinario o incluso lo impuro. Pero la misma chispa reside en cada hermano, en
cada criatura. Reconocerla es abrir el corazón a la totalidad de la
existencia."
REFLEXIÓN 2:
- Reconozco la divinidad
presente en cada ser.
Enseñanza 05: Todo Está Conectado
La reflexión, "Reconozco la
divinidad presente en cada ser.", nos ayuda a entender algo muy
importante: que, en el fondo, todos y todo está unido. Somos como hilos en una
gran red donde todo depende de todo lo demás. Esta forma de ver las cosas nos
ayuda a darnos cuenta de que no estamos solos, sino que formamos parte de algo
mucho más grande, como una gran danza cósmica que nos lleva a sentirnos unidos
al universo.
Pensando en esto desde la filosofía,
la idea de que todo está conectado existe desde hace mucho tiempo. Algunas
filosofías, como el Monismo, dicen que todo lo que existe viene de una sola
cosa o principio fundamental, lo que significa que, aunque veamos muchas cosas
diferentes, en el fondo son una sola. El Holismo dice que un conjunto es más
que solo la suma de sus partes, y destaca cómo se relacionan entre sí las
partes dentro de un sistema. Filósofos como Baruch Spinoza pensaron en una
única "Sustancia" (como Dios o la Naturaleza) donde todos los seres
son solo maneras diferentes en que esta Sustancia se muestra, y todos dependen
unos de otros.
La psicología también nos habla
de nuestra conexión. La psicología transpersonal estudia experiencias donde las
personas sienten que van más allá de su propio "yo" individual, a
menudo sintiendo una gran unidad con otros y con el universo. La teoría de la mente
extendida sugiere que nuestra capacidad de pensar no está solo dentro de
nuestro cuerpo, sino que se conecta con el mundo exterior. La empatía, que es
la capacidad de entender y sentir lo que otros sienten, es una prueba
psicológica de que estamos conectados emocionalmente con los demás.
Desde el punto de vista de la
sociología, la ecología humana nos muestra las relaciones entre las personas y
el lugar donde viven. La globalización y la creciente preocupación por los
problemas del planeta nos enseñan que lo que ocurre en un lugar del mundo puede
afectar a sitios muy lejanos. Esto significa que el mundo ya no es un conjunto
de lugares separados, sino que estamos todos muy conectados, y lo que pasa en
una parte del planeta nos afecta a los demás, a veces de forma muy clara,
aunque estemos muy lejos. Sabemos esto principalmente por la globalización;
ahora viajamos más rápido, nos comunicamos al instante por internet y compramos
cosas de otros países fácilmente, lo que nos ha unido mucho. Por ejemplo, una
crisis económica en un país puede afectar la economía en muchos otros, o una
enfermedad que empieza en una región puede extenderse por todo el mundo
rápidamente por los viajes. También lo sabemos por los problemas del planeta,
como el cambio climático o la contaminación, que no se quedan en un solo lugar.
El aire y el agua circulan por todo el mundo; si hay mucha contaminación o se
cortan muchos árboles en un país, eso puede cambiar el clima o afectar la
naturaleza en sitios muy lejanos. Todos estos ejemplos nos muestran que
nuestras acciones, aunque ocurran solo en un lugar, tienen un impacto que viaja
y afecta a otras partes del mundo, porque el mundo es como una gran red donde
todo está interconectado.
Esto demuestra que todos dependemos
unos de otros a nivel social y ecológico en todo el planeta. La teoría de
sistemas sociales también subraya cómo las personas y los grupos están unidos
dentro de sistemas más grandes, donde lo que hace uno afecta a los demás.
En la tradición cristiana, la
idea del Cuerpo de Cristo (Romanos 12:4-5, 1 Corintios 12:12-27) es un ejemplo
de cómo los creyentes dependen unos de otros. Cada miembro, con sus talentos y
trabajos especiales, es necesario para que todo funcione bien. La enseñanza de
amar a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22:39) va más allá de quiénes somos
individualmente, invitándonos a valorar y respetar la dignidad de cada ser
humano como parte de la creación de Dios. La idea de que la creación está
conectada y nosotros debemos cuidarla (Génesis 1:28, 2:15) nos dice que tenemos
una responsabilidad ética con la naturaleza y todos los seres vivos.
La tradición budista tiene
enseñanzas profundas sobre cómo todo en la existencia está fundamentalmente
conectado. En el budismo, el Pratītyasamutrapāda (Origen Dependiente) enseña
que todo lo que existe aparece porque depende de otras cosas; nada existe por
sí solo, mostrando una unidad básica. Sunyata (Vacuidad) resalta que nada tiene
una existencia propia e independiente, lo que subraya la profunda conexión de
la realidad. Karuna (Compasión), un principio clave, nace de entender que
estamos conectados, haciendo que sentir empatía y querer ayudar a aliviar el
sufrimiento sea muy importante.
Las enseñanzas del Gnosticismo
Contemporáneo también hablan de esta conexión. La Gnosis enseña que toda la
creación viene de una única fuente divina, el Absoluto. Las "chispas
divinas" que tenemos dentro de nosotros son parte de esa fuente, creando
una conexión interna. El objetivo del gnosticismo, la Unidad del Ser, es que
nuestra esencia individual se una de nuevo con el Ser universal. A medida que
despertamos nuestra conciencia, entendemos mejor la unidad fundamental que está
detrás de todo lo diferente que vemos, y reconocer lo divino en cada persona es
un paso hacia esa comprensión.
En nuestra vida diaria, vemos
la conexión de muchísimas formas. El aire que respiramos muestra cómo
dependemos de las plantas y la atmósfera. La cadena alimentaria es una red
complicada que mantiene la vida. Las redes sociales y la comunicación mundial
nos muestran cómo las acciones e ideas pueden tener un efecto al instante. El
impacto de lo que hacemos individualmente en el medio ambiente nos recuerda
nuestra responsabilidad con el planeta. Sentir empatía por el sufrimiento de
otros y ayudarnos mutuamente son maneras directas de mostrar nuestra conexión
humana fundamental. Los ecosistemas naturales nos enseñan con su ejemplo sobre
las complejas redes de dependencia mutua. La Ley del Karma destaca cómo
nuestras acciones están unidas a lo que nos pasa después, reforzando la idea de
que la realidad está conectada.
En resumen, la enseñanza de que todo
está conectado nos invita a dejar de ver el mundo como algo roto y separado. Al
ver lo bueno (o lo divino) en cada persona, estamos reconociendo que estamos
unidos de forma inseparable a la gran red de la vida. Esta forma de ver las
cosas, apoyada por ideas de la filosofía sobre la unidad, la psicología sobre
la empatía, la sociología sobre cómo nos relacionamos con el entorno y la
sociedad, el cristianismo sobre la unidad y el amor universal, y tradiciones
espirituales como el budismo y el gnosticismo sobre el origen común y la
unidad, nos ayuda a ser más compasivos, a actuar de forma responsable con los
demás y con el planeta, y a tener una visión más completa y profunda de la
existencia. Pensar conscientemente en lo que hacemos, practicar la empatía y
estar abiertos a sentir la unidad puede ayudarnos a ver esta conexión en
nuestro día a día, cambiando nuestra relación con nosotros mismos, con los
demás y con la compleja red del universo.
Bibliografía:
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La Santa Biblia, Nuevo Testamento.
Enseñanza 06: Lo Sagrado está en todo
La reflexión, "Reconozco la
divinidad presente en cada ser.", nos anima a pensar en lo que es sagrado
de una forma más amplia, sin separarlo en "santo" (lo sagrado) y
"normal" (lo profano). Nos invita a descubrir que hay algo especial y
profundo dentro de todo, incluso en cosas que, a primera vista, parecen comunes
o incluso "malas" o "impuras". Muchas formas de pensar
están de acuerdo en que esta cualidad especial está presente en el centro mismo
de la realidad.
Desde el punto de vista de la filosofía,
el panteísmo y el panenteísmo se parecen a esta idea. El panteísmo dice que
Dios es lo mismo que el universo completo. El panenteísmo dice que Dios está en
todo y todo está en Dios, pero que Dios es más grande que solo la suma de todas
las cosas. Estas filosofías desafían la idea de un Dios lejano, sugiriendo que
hay una presencia divina dentro del mundo en el que vivimos. La filosofía
perenne, que busca las verdades espirituales comunes en todas las religiones,
también señala la idea recurrente de una unidad o divinidad básica que se
muestra en todo.
La psicología, al estudiar lo
que experimentan las personas, ha encontrado momentos en los que la gente
siente que va más allá de sí misma y se conecta profundamente con algo más
grande. Abraham Maslow llamó a estos "experiencias cumbre"; son
momentos de gran alegría y plenitud en los que la persona siente una unidad con
el universo. La psicología transpersonal estudia estos estados de conciencia y
cómo pueden ayudarnos a crecer y a entender una realidad más amplia.
Dentro de la tradición cristiana,
se diferencia claramente a Dios de la creación, la idea de la Encarnación
(donde lo divino se hizo humano en Jesús) crea un ejemplo de que lo sagrado
esta presente en lo terrenal. La creencia en el Espíritu Santo como la
presencia activa de Dios en el mundo y en las personas también sugiere que lo
divino está aquí. Además, la idea de que Dios creó y mantiene todo implica una
presencia divina continua en el universo, incluso en las cosas más sencillas.
El budismo, enseña que la naturaleza
de Buda (un estado despierto y sagrado) está en todos los seres y fenómenos; lo
sagrado es la esencia misma de la realidad, y ver lo divino en cada persona es
reconocer esta budeidad que también se manifiesta en lo cotidiano. En el budismo
tántrico, incluso lo que se considera impuro puede ser transformado y usado
como un camino hacia la comprensión; lo sagrado puede surgir de entender
profundamente lo que parece impuro.
Las enseñanzas del Gnosticismo
Contemporáneo también apoyan esta visión. Se afirma que la Chispa Divina,
la esencia divina está en todo lo creado, dando vida incluso a la materia
inerte; lo sagrado impregna todo el universo. La Transmutación de las Energías
enseña que las energías densas pueden ser transmutadas en energías superiores; lo
sagrado no está ausente de lo que parece impuro, sino que está esperando ser
liberado y transformado. La Búsqueda de la Luz en la Oscuridad implica ir a
explorar nuestras partes oscuras o negativas para encontrar la luz (lo divino)
atrapada en ellas; lo sagrado no está solo en lo "elevado", sino
también escondido en lo que consideramos negativo o impuro, esperando ser
"salvado".
En la vida diaria, ser capaces
de ver lo sagrado en lo común puede enriquecer mucho nuestra experiencia. Poner
atención plena a las tareas de cada día puede convertirlas en actos calmados y
especiales que revelan su belleza interna. Ayudar a otros sin esperar nada a
cambio puede ser una forma de expresar compasión y amor, mostrando una
dimensión especial. Observar la maravilla de la naturaleza, desde una flor que
crece en un lugar difícil hasta el vuelo de un insecto, puede despertar un
sentimiento de asombro ante la inteligencia de la vida. Ser creativos, ya sea
pintando, escribiendo o cocinando, puede ser una forma de expresar esa
"chispa divina". Enfrentar las dificultades con calma, decidiendo
responder con paciencia y comprensión, muestra la fuerza de nuestro espíritu
interior incluso en momentos difíciles. Compartir una comida con
agradecimiento, reconociendo de dónde viene y quién está con nosotros,
transforma un acto normal en una celebración de la conexión y la abundancia. Prestar
atención plena a las actividades diarias nos anima a estar presentes en cada
momento, y así trascender la idea de que son solo cosas normales y descubrir la
profundidad que tienen; lo sagrado se muestra en la intensidad del momento
presente.
En conclusión, la presencia de lo
sagrado no está limitada a ciertos lugares o momentos, sino que está en la
esencia misma de la realidad, mostrándose incluso en lo que superficialmente
parece común u ordinario. Cultivar una forma de ver que va más allá de las
apariencias y buscar la esencia divina que hay en cada ser, cada objeto y cada
experiencia es una invitación a cambiar cómo vemos el mundo y cómo nos
relacionamos con él. Las ideas de la filosofía sobre la presencia divina en
todo, de la psicología sobre los momentos de conexión profunda, cristianismo
sobre la encarnación y la presencia de Dios, del budismo sobre la naturaleza
divina universal y la atención plena, y del gnosticismo sobre la chispa divina
y la transformación, todas coinciden en esta verdad profunda. Practicar la
atención plena, la transformación de energías y buscar la luz son caminos para
descubrir lo sagrado en lo cotidiano, llenando nuestras vidas de asombro y una
conexión especial.
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Enseñanza 07: La Esencia esta Más Allá
de la Apariencia
La reflexión, "Reconozco la
divinidad presente en cada ser.", nos convoca a una tarea esencial
en el camino del autoconocimiento y la conexión humana: la superación de la
superficialidad de las apariencias para discernir la esencia profunda que
reside en cada ser. Este reconocimiento implica una mirada que penetra más allá
de las máscaras externas, los roles sociales y las características
superficiales, para alcanzar la naturaleza fundamental y, podríamos decir,
trascendente, que anima a cada individuo. Diversas corrientes de pensamiento
convergen en la importancia de esta trascendencia perceptiva como un camino
hacia la comprensión y la unidad.
Desde una perspectiva filosófica, la
distinción entre apariencia y realidad ha sido un tema central. Platón, en su
alegoría de la caverna, ilustra cómo los seres humanos podemos estar atrapados
en la percepción de sombras, confundiendo las apariencias con la verdadera
realidad. La filosofía fenomenológica, con su énfasis en la experiencia directa
y la "puesta entre paréntesis" de los prejuicios, busca alcanzar la
esencia de los fenómenos más allá de las interpretaciones subjetivas. Estas
tradiciones filosóficas nos invitan a cuestionar nuestras percepciones
iniciales y a buscar una comprensión más profunda de la naturaleza de la
realidad y de los seres que la habitan.
La psicología también nos ofrece
herramientas para comprender cómo las apariencias influyen en nuestras
percepciones y juicios. Los sesgos cognitivos, como el sesgo de confirmación y
el efecto halo, nos predisponen a formar impresiones basadas en información
limitada y a mantenerlas incluso ante evidencia contradictoria. La teoría de la
atribución examina cómo inferimos las causas del comportamiento de los demás, a
menudo cometiendo errores fundamentales de atribución al sobreestimar los
factores disposicionales (la "esencia" percibida) y subestimar los
factores situacionales (las "apariencias" contextuales). La
conciencia de estos procesos psicológicos nos ayuda a ser más críticos con
nuestras primeras impresiones y a esforzarnos por una comprensión más matizada
de los demás.
Desde una perspectiva sociológica, la
teoría del interaccionismo simbólico subraya cómo nuestras interacciones
sociales están mediadas por los significados que atribuimos a los símbolos,
incluyendo las apariencias. Nuestras interpretaciones de la vestimenta, el
lenguaje corporal y otros signos externos influyen en cómo percibimos y
tratamos a los demás, y estas percepciones pueden perpetuar estereotipos y
prejuicios. La sociología también analiza cómo los roles sociales y las
expectativas moldean la presentación de uno mismo, creando "máscaras"
que pueden ocultar la individualidad y la esencia. La conciencia de estas
dinámicas sociales nos invita a ir más allá de las etiquetas y los roles para
reconocer la humanidad compartida.
Dentro de la tradición cristiana, la
enseñanza de no juzgar por las apariencias sino con juicio justo (Juan 7:24) es
un llamado a discernir la verdad y la bondad más allá de las impresiones
superficiales. La parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18:9-14) ilustra
el peligro de la justicia propia basada en las apariencias externas de piedad,
en contraste con la humildad sincera del corazón. La insistencia en el amor al
prójimo, incluso al enemigo (Mateo 5:44), implica una visión que trasciende las
diferencias superficiales y reconoce la dignidad inherente de cada persona como
creación divina.
Necesitamos ir más allá de las
características superficiales para percibir la naturaleza fundamental y divina
que reside en cada ser. Desde el budismo, la ilusión de la identidad fija se
enseña como una construcción mental basada en etiquetas y roles fluidos que no
definen nuestra esencia última; aferrarse a estas apariencias genera juicios y
divisiones, y la práctica budista busca desmantelar estas ilusiones para
revelar la vacuidad de una existencia inherente y separada, permitiendo
reconocer la interconexión y la naturaleza de Buda subyacente. Se analizan los
Skandhas (Agregados de la Existencia) para mostrar que lo que experimentamos como
el "yo" es impermanente y cambiante; identificarnos con ellos como
nuestra esencia nos impide ver la naturaleza transitoria de las apariencias y
la unidad fundamental más allá. La compasión surge de la comprensión de que
todos desean la felicidad y sufren, y la sabiduría nos permite ver a través de
las apariencias para reconocer esta naturaleza compartida, ayudándonos a
conectar con la esencia de humanidad.
El gnosticismo contemporáneo argumenta
que la esencia divina está aprisionada dentro de los agregados psíquicos
(orgullo, envidia, etc.), que crean una falsa personalidad y una máscara de
apariencias que oculta nuestra verdadera naturaleza; el trabajo gnóstico
implica la disolución de estos agregados psíquicos (egos) para liberar la
esencia. La necesidad de la auto observación psicológica momento a momento es
crucial para desenmascarar las apariencias creadas por el ego; al observar sin
juzgar, tomamos conciencia de las motivaciones ocultas que nos impiden ver la
esencia en nosotros mismos y en los demás. El despertar de la conciencia es el
objetivo gnóstico, trascendiendo el estado de sueño identificado con las
apariencias externas e internas; un despertar permite una percepción más
directa de la realidad y de la divinidad inherente, más allá de las
manifestaciones superficiales.
En la vida cotidiana, la práctica de
superar las apariencias se manifiesta en nuestra capacidad de escuchar
activamente a alguien sin prejuicios iniciales. Requiere la voluntad de
comprender las motivaciones detrás de las acciones de los demás, incluso difíciles.
Implica observar la naturaleza apreciando la belleza y la tenacidad más allá de
las formas convencionales. Nos desafía a reflexionar sobre nuestros juicios
rápidos y cuestionar las etiquetas impuestas. La práctica de la empatía es una
herramienta poderosa para trascender diferencias superficiales y conectar con
la experiencia humana compartida. Al conocer a alguien nuevo, esforzarnos por
escuchar y buscar valores humanos compartidos nos permite conectar con su
esencia. Al interactuar con personas "difíciles", intentar ver más
allá de la fachada para reconocer la chispa divina en su interior fomenta la
compasión. Observar la naturaleza nos permite reconocer la fuerza vital más
allá de las formas. Reflexionar sobre nuestros juicios nos ayuda a cuestionar
si vemos la esencia o solo apariencias. Practicar la empatía ayuda a trascender
diferencias y conectar con la esencia común. Meditar en la unidad ayuda a
cultivar una percepción más allá de las apariencias de separación.
En conclusión, superar las apariencias
para reconocer la esencia es un camino fundamental. Requiere cultivar una
atención consciente, reflexión crítica sobre nuestros juicios, práctica de la
empatía y voluntad de mirar más allá de las máscaras externas. Las perspectivas
filosóficas sobre apariencia vs. realidad, psicológicas sobre sesgos,
sociológicas sobre roles, cristianas sobre juicio justo, budistas sobre la
ilusión del yo y la vacuidad, y gnósticas sobre la esencia atrapada y la
auto-observación, convergen en esta necesidad. Al esforzarnos por percibir la
naturaleza fundamental que reside en cada ser, podemos construir puentes de
comprensión y conexión, reconociendo la dignidad y el potencial inherente en
cada persona y en nosotros mismos. Este camino de percepción profunda enriquece
nuestras relaciones, amplía nuestra comprensión del mundo y nos acerca a una
experiencia más auténtica de la unidad humana, reconociendo la divinidad
presente en cada uno y en toda la creación.
Bibliografía:
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- La Santa Biblia, Nuevo Testamento.
Enseñanza 08: Todos podemos llegar a
la divinidad.
La reflexión, "Reconozco la
divinidad presente en cada ser", nos muestra una verdad
fundamental: que en el centro de todos los seres hay un potencial o una capacidad
especial para crecer, para alcanzar un estado pleno, de ir más allá de lo
normal, o, en general, para desarrollar una conexión con algo que va más allá
de lo material. Muchas formas de pensar coinciden en que esta capacidad
especial está disponible para todos, indicando que todos tenemos el poder
de emprender este camino hacia la divinidad.
Desde el punto de vista de la filosofía,
la idea de que los seres humanos tenemos un potencial natural ha sido muy
explorada. El humanismo, en sus distintas formas, destaca la dignidad y la capacidad
de desarrollo que tiene cada persona. La filosofía existencialista reconoce
que todos tenemos el poder de ir más allá de nosotros mismos y buscarle
un sentido a la vida. Incluso las ideas sobre los derechos humanos se basan en
la capacidad que todos tenemos de razonar y saber qué está bien y qué
está mal, una capacidad que podemos desarrollar. Estas visiones filosóficas
señalan que un potencial natural que reside en cada uno nos impulsa
hacia el crecimiento y la trascendencia.
La psicología, al estudiar cómo
crecemos y nos desarrollamos, también destaca el potencial natural que hay en
cada persona. La psicología humanista, con su enfoque en la autorrealización,
dice que cada uno tiene una tendencia innata a desarrollar sus habilidades y alcanzar
su máximo potencial. La teoría del crecimiento postraumático sugiere que
incluso las experiencias muy difíciles pueden activar un crecimiento
profundo y un potencial que no sabíamos que teníamos. La resiliencia, esa
capacidad de recuperarse de los problemas, es otra muestra de este potencial
que todos podemos desarrollar. Estas perspectivas psicológicas subrayan la capacidad
universal para crecer, adaptarnos e ir más allá de nuestras limitaciones.
Desde el punto de vista de la sociedad,
la idea de dar oportunidades a todos se basa en reconocer el potencial
natural que tiene cada persona, sin importar su origen. Los movimientos por
la justicia social han luchado para que no haya barreras que impidan a ciertos
grupos desarrollar su potencial plenamente. La educación para todos se basa en
la creencia de que todas las personas tienen la capacidad de aprender y
crecer. Estas ideas sociológicas resaltan lo importante que es crear las
condiciones para que el potencial inherente de cada ser humano, un
potencial que todos poseemos, pueda florecer y manifestarse.
Dentro de la tradición cristiana,
la idea de que cada ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios (Génesis
1:27) implica que tenemos un potencial para reflejar cualidades divinas. La
historia de los talentos (Mateo 25:14-30) destaca que cada persona tiene la responsabilidad
de desarrollar los dones y potenciales que se le han dado, mostrando que tenemos
la capacidad para hacerlo. La promesa de ser salvados y transformados para
ser más como Cristo (Romanos 8:29) ofrece una visión de un potencial de crecimiento
y trascendencia que está disponible para quienes sigan ese camino.
Desde el budismo, la enseñanza
de la Naturaleza de Buda Universal dice que todos los seres sintientes poseen
la naturaleza de Buda, que es como la semilla de la iluminación (el
despertar espiritual). Esta naturaleza no depende de nada externo, es un potencial
natural que todos tenemos para despertar. El budismo ve que todos
experimentamos el sufrimiento y deseamos ser felices, lo que señala nuestra
condición común y la necesidad de buscar la liberación. El potencial para la
Liberación (liberarse del sufrimiento) está abierto a todos los seres
que practiquen con esfuerzo; la capacidad de alcanzarla no está
limitada, sino que es un potencial que reside en cada uno y todos podemos
desarrollarlo.
Las ideas del gnosticismo
contemporáneo se centran mucho en este potencial y en la posibilidad de
alcanzar la divinidad. Una parte del Ser, la Chispa Divina, vive dentro
de cada ser humano como una semilla o un potencial. Esta semilla es
nuestra conexión con nuestro Majestuoso Real Ser, nuestra verdadera esencia
divina. Reconocer la divinidad presente en cada ser humano significa ver esta semilla
de lo divino y este potencial hacia el Real Ser en todos los demás.
Es una verdad que está ahí. Aunque tal como estamos ahora, quizás haya muy poca
luz o divinidad visible en nosotros, todos tenemos el poder y la capacidad
de crecer desde donde estamos para desarrollar esta semilla, despertar
nuestra conciencia y alcanzar nuestra divinidad, manifestando ese Real
Ser que reside en nuestro interior. No es una contradicción reconocer la
semilla ahora y afirmar que podemos llegar a ser esa divinidad plena.
En la vida cotidiana, vemos
este potencial en acción. Observar a un niño pequeño explorando nos muestra el potencial
natural de aprender y crecer que todos tenemos. Ver a personas superar
grandes desafíos y lograr metas demuestra la capacidad de resiliencia y
determinación que todos podemos desarrollar. La creatividad, la
capacidad de conectar con otros a través de la empatía o la búsqueda de sentido
en la vida son manifestaciones de nuestro potencial inherente, un
potencial que todos compartimos. Observar a un bebé nos permite
reconocer la chispa de potencialidad divina en cada nuevo ser.
Interactuar con otros nos invita a ver el potencial de crecimiento y
despertar más allá de las diferencias. Reflexionar sobre nosotros mismos
revela la fuerza interior, esa chispa de conciencia que anhela la
trascendencia, un anhelo compartido por todos. Los actos de compasión y
empatía muestran nuestra capacidad de sentir y desear el bienestar de
otros. La búsqueda universal de sentido demuestra nuestro potencial para
buscar algo más allá de lo material. Respetar la vida se basa en la comprensión
de que todos comparten esa misma chispa de vida y el potencial para
experimentar la conciencia.
En resumen, la capacidad de todos los
seres para llegar a la divinidad reside en nuestro potencial
inherente para crecer, ir más allá y conectar con una dimensión más
profunda de la existencia. Ya sea a través de la filosofía que habla del
potencial humano, la psicología que entiende la autorrealización, la sociología
que busca que todos tengan la oportunidad de florecer, la visión cristiana de
la imagen divina y el desarrollo de dones, o las enseñanzas espirituales del
budismo sobre la naturaleza de Buda y del gnosticismo sobre la chispa divina y
el Real Ser; todas señalan este potencial universal y la capacidad
que todos tenemos de desarrollarlo. Al enfocarnos en este potencial
que reside en cada ser, y entender que todos tenemos el poder de cultivarlo
desde donde estamos, podemos construir un camino de convivencia basado en un
profundo respeto por el camino de cada uno hacia su divinidad, reconociendo esa
semilla divina presente en cada ser humano como el punto de partida
hacia su Real Ser.
Bibliografía:
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La Santa Biblia, Nuevo Testamento.
Enseñanza 09: La Importancia de la
Humildad y el Servicio para Percibir la Divinidad
La reflexión, "Reconozco la divinidad presente en
cada ser", nos muestra un camino esencial para sentir profundamente
que, a pesar de nuestras diferencias, todos somos uno en el fondo. Este camino
es adoptar una actitud de verdadera humildad y tener ganas de ayudar a los
demás sin esperar nada a cambio. Estas cualidades no son solo cosas
"buenas" que debemos tener, sino herramientas poderosas que abren
nuestro corazón y nuestra mente para ver la realidad especial que late en cada
ser, algo que a menudo está escondido por nuestro orgullo y por quedarnos solo
en lo superficial. Varias formas de pensar coinciden en que ser humilde y
servir son maneras de entender mejor la vida y nuestra conexión con ella.
Desde el punto de vista de la filosofía, la
humildad se ha valorado mucho como una cualidad esencial para aprender y ser
sabio. Sócrates, con su famosa frase "Solo sé que no sé nada", mostró
una humildad intelectual que lo llevó a buscar siempre la verdad. Los estoicos
también destacaron lo importante que es reconocer nuestras limitaciones y
aceptar las cosas que no podemos controlar. Estas ideas filosóficas sugieren
que la humildad nos libera de la ilusión de creer que lo sabemos todo y nos
abre a la posibilidad de aprender y ver una realidad más amplia. Ayudar a otros
(el servicio), desde un punto de vista ético, se ha considerado una obligación
moral en varias filosofías, resaltando que tenemos una responsabilidad hacia
nuestra comunidad y el bienestar de los demás.
La psicología también muestra los beneficios de
ser humilde y ayudar. La humildad se relaciona con conocerse mejor a uno mismo,
necesitar menos la aprobación de otros y estar más abierto a escuchar
comentarios. Las personas humildes suelen ser más empáticas y compasivas, lo
que facilita conectar de forma sincera con los demás. Ayudar sin esperar nada a
cambio se ha relacionado con sentir un mayor propósito y significado en la
vida, además de reducir el estrés y mejorar el bienestar emocional. La
psicología positiva destaca cómo la generosidad y ayudar a otros contribuyen a
la felicidad y a que las personas se desarrollen plenamente.
Desde el punto de vista de la sociología, la humildad y
el servicio son clave para construir comunidades unidas y justas. Los líderes
humildes tienden a fomentar la colaboración y el respeto mutuo. Ayudar a la
comunidad fortalece los lazos sociales y mejora el bienestar de todos. Las
sociedades que valoran la humildad y el servicio suelen ser más justas y
compasivas. La sociología de la religión también ha estudiado cómo las
prácticas de humildad y servicio son muy importantes en muchas religiones, sirviendo
como maneras de construir comunidad y experimentar lo espiritual.
Dentro de la tradición cristiana, la humildad es
una cualidad fundamental, que se ve claramente en la vida de Jesús. El llamado
a "aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mateo 11:29)
subraya su importancia como camino hacia la paz interior y la conexión con Dios.
Ayudar a los demás sin esperar nada a cambio también es un mandato central,
como se muestra en las palabras de Jesús: "el que quiera ser importante
entre ustedes, que sirva a los demás" (Mateo 20:26). Estas enseñanzas
resaltan cómo la humildad nos libera del egoísmo y el servicio nos conecta con
el amor divino y la dignidad natural que tiene cada persona.
Desde el budismo, superar el orgullo (el ego) se
considera un obstáculo grande para entender y conectar; la humildad, al
reconocer que todo depende de todo lo demás y que no hay un "yo"
fijo, abre el camino a la empatía y a reconocer la naturaleza de Buda (el
potencial de despertar) en todos. El camino del Bodhisattva, que pospone su
propia iluminación para servir a todos los seres, es un ejemplo de la conexión
entre ayudar sin esperar nada a cambio y el despertar espiritual. Al dedicarnos
humildemente al bienestar de los demás, superamos el egocentrismo (centrarnos
solo en nosotros) y nos acercamos a la unidad que está en el fondo de todo.
Practicar la reverencia (un profundo respeto) reconoce el potencial de
sabiduría y despertar que hay en cada ser, facilitando ver la divinidad
natural.
Las ideas del gnosticismo contemporáneo también
resaltan estas cualidades. La "muerte del orgullo" (el ego) señala al
orgullo como uno de los egos que nos impiden ver nuestra propia divinidad y la
de los demás; la humildad surge cuando se ha disuelto el orgullo y abre la
percepción a la esencia divina. El servicio desinteresado (sacrificio por la
humanidad), el tercer factor clave para despertar la conciencia, implica
compartir las enseñanzas y ayudar a otros sin buscar recompensa. Este servicio
nos conecta con la unidad del Ser y nos permite reconocer la chispa divina en
nuestros semejantes. La humildad como puerta a la sabiduría enseña que la
verdadera sabiduría solo se logra siendo humilde; reconocer que no lo sabemos
todo y estar abiertos a aprender de todos es fundamental para descubrir
verdades espirituales y ver lo divino en todas sus formas.
En la vida cotidiana, ofrecer ayuda sin esperar
nada a cambio cultiva la empatía. Reconocer nuestros errores con humildad nos
abre al crecimiento personal y a entender las cosas más profundamente. Expresar
gratitud fomenta una actitud humilde. Practicar la empatía requiere dejar de
lado nuestra propia forma de ver las cosas. Hacer tareas sencillas con atención
plena puede mostrar la dignidad que tienen en sí mismas. Escuchar con humildad
es un acto que permite conectar con la esencia de la otra persona. Ofrecer
ayuda desinteresada cultiva la humildad y ayuda a reconocer la dignidad
natural. Aprender de los errores es una muestra de humildad que permite crecer.
En resumen, ser humilde y ayudar sin esperar nada no son
solo cualidades pasivas, sino llaves activas que abren la puerta a ver la
realidad de forma más profunda y a reconocer la unidad esencial que
compartimos. Al quitarnos la arrogancia del ego y dirigir lo que hacemos hacia
el bienestar de los demás, creamos un espacio dentro de nosotros donde esa
presencia especial (trascendente) puede manifestarse. Cultivar estas cualidades
en nuestra vida diaria es un camino fundamental para ver la "divinidad
presente en cada persona" y para sentir una conexión más profunda con
nosotros mismos, con los demás y con todo lo que existe. Las ideas de la
filosofía, la psicología, la sociología, el cristianismo, el budismo y el
gnosticismo coinciden en señalar lo importante que es ser humilde y servir para
alcanzar sabiduría, conexión y reconocer la esencia divina.
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La Santa Biblia, Nuevo Testamento.
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Gabriel Falcón, Doctor en Psicología Educativa y Maestro de Filosofía, publica bajo seudónimo por razones de privacidad, buscando centrar la atención en las ideas y el conocimiento compartido. Desde 1980, ha estudiado diversas corrientes religiosas y esotéricas, reconociendo el aporte del Gnosticismo Contemporaneo. Entiende la Gnosis como la sabiduría del Cristo, una sabiduría atemporal, revelada y enriquecida por múltiples seres iluminados.
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